Asuntos de familia… a costa de los contribuyentes

Como añadido a nuestra primera entrada, un lector del blog nos aporta que en el equipo actual del Diccionario Griego-Español del CSIC trabajan, además de Francisco Rodríguez Adrados, dos de sus hijos, Juan Rodríguez Somolinos (actual IP) y Helena Rodriguez Somolinos. Hemos podido comprobar esta información; ambos son investigadores científicos del CSIC y los tres forman casi la mitad de la plantilla estable del proyecto vigente.

Una pausa para digerir esta información.

¿Significa esto que dos tribunales de oposición han estimado que los mejores candidatos que se presentaban eran precisamente los hijos del catedrático Rodríguez Adrados? Aunque a bote pronto es fácil que a uno le asalten las sospechas, es también fácil llegar a conclusiones precipitadas en este caso, dado que cada uno de ellos pudo presentarse a una plaza con perfiles muy distinto y acabar de alguna manera en el proyecto de su padre. No hemos podido comprobar esta información, mucho menos los currículums.

Sin embargo, esta situación plantea al menos dos cuestiones serias: la primera es si este hecho, de deberse a alguna arbitrariedad, tiene que ver con la situación de parálisis del proyecto. De nuevo hay que andarse con cautelas: otro lector de nuestro blog nos dice que el estancamiento del Diccionario Griego-Español se debe a la crisis económica. Aunque esto puede ser una causa, también se puede señalar que el nepotismo y la eficacia no suelen ir de la mano.

La siguiente cuestión es de tipo mas general y la planteamos como un tema de reflexión mas allá de este caso concreto. Se trata de hasta qué punto velan las autoridades competentes para que situaciones de este tipo, que crean alarma y parecen mas propias de la Argentina de los Kirchner o la Venezuela del chavismo que de la España de las Autonomías, no sean el resultado de un sistema muy deficiente o de presiones incompatibles con el buen funcionamiento de la administración.

Tres miembros de una misma familia trabajando con plaza de funcionario en el mismo proyecto de investigación es un hecho inusual que puede dar lugar a sospechas. No es una situación común en ningún país avanzado, y en algunos países sería absolutamente impensable.

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Por otro lado, otro lector del blog nos reprocha que seamos tan críticos con un proyecto «que da cien vueltas» al resto de los diccionarios de griego antiguo existentes. Aquí queremos dejar de nuevo muy claro que nosotros no entramos en la calidad científica del proyecto, tarea para la que en absoluto estamos cualificados. Nosotros podríamos estar viendo la mayor obra de la filología clásica española y no nos daríamos cuenta porque simplemente no estamos capacitados para apreciarlo. Sólo manejamos datos objetivos y accesibles de efectividad organicional.

Agradecemos a todos nuestros lectores sus comentarios, su aliento y sus noticias. Si algún lector del blog conoce un caso semejante al que hemos descrito aquí, pero en otro área de las humanidades, le agradeceremos que nos de la información veraz y verificable.

El Diccionario Griego-Español del CSIC: Un Proyecto Descerebrado

El Diccionario Griego-Español del CSIC: Un Proyecto Descerebrado

Para abrir este blog sobre el estado de los proyectos de Humanidades en nuestro país, la señora K y yo decidimos empezar por el mas antiguo de todos: el Diccionario Griego Español del CSIC. Queríamos ver qué nos decía sobre la salud y las buenas prácticas de gestión y planificación de la ciencia un proyecto que ha logrado sobrevivir tanto tiempo con informes favorables. ¡Nos llevamos una buena sorpresa!: el proyecto decano de las humanidades españolas es, desde el punto de vista de la gestión y el presupuesto, un disparate comparable con el aeropuerto de Ciudad Real, el Parque del deporte de Boadilla del Monte, o el Puente de Castilla-La Mancha. A su escala, claro, que es la de las Humanidades españolas.

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A primera vista, el DGE parece un diccionario de los de toda la vida, es decir, sin ninguno de los rasgos externos de los diccionarios más modernos (enlaces a las obras, aparatos estadísticos, etc.) que vemos en las obras modernas de lexicografía. Pero antes de todo hemos de decir que como no somos helenistas no vamos a valorar el mérito científico del proyecto y por tanto no pretendemos tener la última palabra sobre el asunto. Sin embargo, como sí que sabemos algo de administración y gestión de proyectos, y sabemos usar unas técnicas elementales de evaluación y análisis, nuestro dictamen, aunque solo sea preliminar sobre este proyecto no puede ser mas desolador. En realidad, quien lea esta entrada se preguntará cómo es posible que el Gobierno español haya mantenido durante tanto tiempo a expensas del contribuyente este desatino. Insistimos en que no criticamos los objetivos del proyecto sino su gestión a costa de los contribuyentes.[*]

Un proyecto ambicioso vs. un liderato de otra época

El proyecto de investigación mas antiguo de España, de todos los que oficialmente siguen en activo, comenzó 1962, mucho antes de que el hombre llegara a la Luna. Es un proyecto de Humanidades que lanzó y sigue dirigiendo a sus noventaytantos años el profesor Francisco Rodríguez Adrados en CSIC: Se trata del Diccionario Griego Español. El proyecto nació, según nos cuenta el prólogo del primer volumen (que puede leerse online) con la intención de traducir y adaptar al español los mejores diccionarios extranjeros de griego antiguo. Nada que objetar, vaya por delante.

Para ello el Sr. Rodríguez Adrados, ilustre catedrático donde los haya (en la foto, echándose una siesta), se puso manos a la obra para formar un equipo de investigadores. Aunque Rodríguez Adrados no es precisamente una autoridad en el campo de la lexicografía (a juzgar por los repertorios de bibliografía) el que luego sería Académico de la RAE decidió que el suyo iba a ser el mejor diccionario de griego antiguo en cualquier lengua.Y debió dedicarse a ello con un enorme tesón, porque en la introducción a cada volumen del Diccionario se menciona una enorme lista de colaboradores, por lo que en ese aspecto se debe reconocer el éxito de su labor de reclutamiento.

Sin embargo, en algún momento, cuando Rodríguez Adrados ya tenía formado el equipo y tejidas las influencias, el proyecto se le fue de las manos por algún motivo y se quedó empantanado como un embarazoso aeropuerto en medio del desierto castellano. Los datos que hemos encontrados son bien claros al respecto.

 

Evolución del proyecto del Diccionario Griego Español de Rodríguez Adrados

Es fácil evaluar el progreso de este proyecto. Para ello podemos comparar la extensión de vocabulario que cubren los volúmenes del Diccionario Griego Español con la del mayor diccionario completo de griego antiguo que hay hoy día, el Liddell-Scott.

Los que escribimos este blog tenemos en casa un ejemplar del Liddell-Scott, una soberbia obra de la filología inglesa: fue un regalo a Mr. K de su querido (y llorado) profesor de instituto, pocos años después de que este se jubilara, cuando sus ojos ya no estaban para leer esa letra. No se puede decir que le demos al diccionario todo el uso que merece pero lo he guardado con muchísimo cariño por todo lo que este profesor significó para mí.

Nostalgias aparte, para apreciar cómo ha avanzado el Diccionario Griego Español y cuánto camino le queda por delante, podemos hacer una sencilla comparación entre este diccionario y el Liddell-Scott. (El Liddell-Scott sigue siendo en todo el mundo la obra de referencia en lo que respecta al vocabulario griego, por lo que hemos veroficado en internet.)

 

Como hemos dicho, el proyecto del Diccionario Griego Español (DGE) comenzó en 1962, pero hasta 1980 no se publicó el primer volumen. Con posterioridad se han publicado otros seis volúmenes. En total los 7 volúmenes publicados del Diccionario Griego Español suman mas o menos 1.640 páginas (decimos mas o menos porque hace unos años tuve la ocasión de ver los volúmenes impresos en la Feria del Libro y los editores se habían equivocado varias veces al calcular cómo se debía encajar un volumen con el siguiente y hay páginas que se repiten).

Estos 7 volúmenes cubren desde el comienzo del alfabeto griego hasta aproximadamente la tercera parte de su quinta letra, la epsilón. El Liddell-Scott tiene 2.042 páginas y la última palabra que incluye el Diccionario Griego Español está en la página 588 del Liddell-Scott. Es decir, que en estos 54 años de vida el Diccionario Español solo ha cubierto su objetivo de cubrir todo el léxico griego en un 28’8%. La división es fácil: el Diccionario Griego Español ha avanzado a al ritmo de 11 páginas del Liddell cada año. A este ritmo, el Diccionario Griego Español se terminaría exactamente en el año 2150, es decir, dentro de 134 años.

Al ritmo actual el Diccionario Griego Español se terminará en el año 2150

La tabla siguiente muestra el ritmo de redacción del DGE, comparando las páginas del Liddell que le corresponden a cada volumen del DGE. En el gráfico correspondiente se ve esta evolución y además podemos ver una proyección realista de cuánto tardará en completarse la obra siguiendo tal ritmo.
VOLUMEN DEL DGE Páginas del LSJ Páginas equivalentes del DGE Proporción DGE/LSJ
1 67 154 2,30
2 203 424 1,99
3 309 690 2,51
4 365 864 3,11
5 441 1135 3,56
6 515 1386 3,40
7 588 1640 3,48

grafico1Un dato que demuestra, incluso para unos ignorantes en el asunto como somos nosotros, la falta de planificación del proyecto, es la comparación de las equivalencias entre las páginas del LSJ y las del Diccionario Griego Español. Esta comparación se puede ver en el siguiente gráfico basado en la tabla de arriba:

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En el gráfico vemos que en el primer volumen, cada página del LSJ equivale a 2’3 páginas del LSJ (una proporción de 1:2’3). La sorpresa viene cuando comprobamos que esta proporción entre el contenido de ambos diccionarios se reduce a 1:2 en el segundo volumen; en el cuarto volumen pasa a ser de 1:3’1 y en el quinto de 1:3’6, para quedarse en 1:3’5 en el último volumen! Vamos, que la exactitud y la cantidad de información que da el Diccionario Griego Español no depende tanto de los propios autores griegos como de cómo vayan las cosas en el CSIC. Lexicográficamente no es este un dato que dé confianza.
Sobre el impacto de la obra, hemos hecho una pequeña prueba: si uno busca “ ‘Liddell Scott’ Oxford” en Google académico obtiene 6.050 resultados. Si buscamos  “ ‘diccionario griego español’ csic” obtenemos 546 (menos del 10%). Uno esperaría que, al ser el DGE una obra escrita en español en vez de inglés, pero siendo mas moderna y con entre dos y tres veces más documentación, la proporción en el porcentaje de citas de obras académicamente comparables entre los dos diccionarios debería estar más cerca del 29% que del 10%.
Como investigadores principales del Diccionario Griego Español aparecen sucesivamente en las páginas del CSIC el mencionado Rodríguez Adrados (que permanece hasta la fecha), Elvira Gangutia y Juan Rodríguez Somolinos. El equipo actual parece una sombra de lo que aparecía en la primera página del primer volumen. Si ya nadie trabaja en ese proyecto ¿por qué se sigue manteniendo la ficción de un proyecto vivo?

Cada volumen del Diccionario Griego Español le ha cotado al contribuyente mas de un millón de euros

Financiación

Ahora vamos al tema financiero. No sabemos cuánto dinero ha echado la administración española en este proyecto (y dudamos que nadie lo sepa, sabiendo cómo funcionaba la administración de cultura y educación hasta los años noventa). Sin embargo sí que podemos hacer un cálculo aproximado: Consultando el BOE vemos que el proyecto del Diccionario Griego Español recibió 202.320 euros en 2004; 290.400 euros en 2007 y 605.000 euros en 2010 para cubrir el periodo 2010-2012. Estas cantidades no incluyen otro tipo de ingresos que hayan podido tener a través de otras fuentes. Ajustando estas cantidades a la inflación gracias a http://www.ine.es/varipc/, tenemos que, expresado en euros actuales, durante el periodo 2004-2012 el Gobierno ha invertido en el Diccionario Griego español el equivalente a 1.216.094 euros de hoy de dinero del contribuyente: es decir, unos 135.121 euros al año. Extrapolando estas cifras a todo el periodo 1962-2016 podemos calcular que el coste hasta hoy del Diccionario Griego Español desde su comienzo equivale a 7.296.534 euros corrientes (algo más de un millón por volumen) y que cuando se termine, allá por el año 2150, el coste total para el contribuyente habrá sido el equivalente a 25.402.748 euros de hoy en la moneda que se use en España para entonces.

Si se continúa la proporción actual de 3’5 páginas del DGE por cada página del Liddell, quedan por editar 22 volúmenes del DGE, a una media de 234 páginas de diccionario por volumen. Los 29 volúmenes habrán salido a poco menos de un millón de euros por volumen.
¿Justifica el valor científico del Diccionario de Adrados este presupuesto, que más parece el de una agencia espacial? No somos nosotros personas cualificadas para emitir una opinión a este respecto. Simplemente nos limitaremos a señalar que lo más preocupante no es tanto el monto de la partida presupuestaria en sí, sino las muy escasas perspectivas de que este proyecto, al menos tal como se ha dirigido hasta hoy, pueda llegar a buen puerto algún día. Y esto es algo fácil de ver, como mostramos a continuación.

La catábasis de Rodríguez Adrados

Lo peor de esta historia es que si se observa con detenimiento el gráfico que hemos puesto arriba, se verá que las cosas no han ido a mejor con el DGE, sino todo lo contrario. Hemos dicho que, de media, el DGE ha redactado el equivalente a 11 páginas del LSJ cada año. En buena parte este resultado tan bajo es resultado de lo que le costó despegar al proyecto, cosa comprensible. Tras la publicación del primer volumen las cosas fueron mucho más rápido y entre el volumen 2 y el 5 la velocidad de redacción se multiplicó por más del doble, de modo que entre 1994 y 1997 los redactores del DGE trabajaron al ritmo de 25 páginas del LSJ cada año. Sin embargo, a partir de ese volumen la producción del proyecto ha caído como la audiencia de La 1 y el ritmo de producción en la última década es el menor de todo el periodo desde 1980: el equivalente a 10’4 páginas del LSJ al año. Publicándose al ritmo de la última década, el DGE se terminaría todavía más tarde de lo que indicamos arriba, concretamente en el año 2156.

Un tímido intento de modernización

Durante los últimos diez años, la única buena noticia acerca de este diccionario es la aparición de una versión online, que permite a los usuarios de todo el mundo acceder a una obra que está muy poco distribuida en papel por las bibliotecas universitarias de todo el mundo según hemos podido comprobar con OPACs. En la página se dice que la han hecho unos cuantos becarios del proyecto. Sin embargo, a poco que uno mira la sensación que le queda no es nada tranquilizadora. La versión online del DGE es simplemente una versión en formato electrónico del contenido de la versión en papel, sin el menor rastro de un marcado específico de las distintas partes del léxico. Es decir, ni rastro de la aplicación de las guías del TEI para el marcado de diccionarios bilingües, algo que ya se tiene como requisito en cualquier publicación académica moderna, incluso en las mucho más modestas que esta. Si uno quiere ver hasta qué punto esto es un anacronismo puede dirigirse a cualquier diccionario online importante, como es el Oxford English Dictionary, y podrá apreciar la acongojante diferencia que hay entre las dos visiones de un diccionario electrónico. (Como anécdota diré que una de las primeras  palabras que busqué en el DGE online es αστυ “ciudad” que fue una de las primeras palabras griegas que aprendí en el instituto y estoy seguro de que era un neutro, pero el DGE dice que es masculino: Liddell me confirma que es un neutro).

Conclusión: busca “boondoggle” en el diccionario

En resumen, y aunque nos cueste muchísimo dar tan tristes nuevas de lo que creíamos que era el buque insignia de las Humanidades españolas, el Diccionario Griego Español es un mastodóntico proyecto a la deriva, destinado al fracaso: un proyecto paralizado, con un equipo reducido a lo mínimo, sin bases sólidas ni proyección internacional, que no ha dado pruebas de comprender cómo se acometen este tipo de obras en la actualidad, mucho menos de estar preparado para afrontar los próximos 150 años que le quedan por delante. Cuánto tarde la Administración en darse cuenta de esta situación nadie puede saberlo.

Antes de meterse en semejante faena, un IP competente se reúne con expertos en gestión de proyectos y juntos examinan la forma de abordar el incremento de costes, tiempo y personal, se estudia bien la experiencia de otros proyectos y se buscan fuentes alternativas de financiación. Pero el Sr. Adrados y compañía, sin encomendarse a los dioses griegos ni al diablo se pusieron a la obra y comenzaron su propia versión del Partenón en papel, que para algo tiraban con pólvora del rey. Detrás de un proyecto solvente se espera que haya investigadores, organización, una infraestructura y dinero para sostener todo, pero detrás de este dinosaurio de la filología española sólo hay la fuerza de la costumbre, una tradición centenaria, la inercia de la administración y sí, el dinero para sostenerlo todo:  es un proyecto descerebrado.

[*] Toda la documentación que hemos conseguido sobre la administración de este proyecto la hemos sacado del BOE, de las páginas del CSIC, de la página del Ministerio y de la página web del propio proyecto. Si se nos ha escapado algo importante nos gustaría saberlo. Nos encantaría enterarnos de que el Diccionario Griego-Español del CSIC es algo muy distinto de lo que parece. Si encontráis algo que no se ajusta a la verdad, usad la dirección que podéis ver en nuestro blog para mandarnos un mensaje, y en cuanto podamos actualizaremos los datos, tanto en esta entrada como en todas las que escribamos mientras nos dé la salud para ello.